Muchas lunas caminé, dirigiéndome hacía esos tres puntos de luz del firmamento, y al fin alcancé el extenso océano. En sus agua se reflejaba lo que mis ojos no podían dejar de contemplar. Los colores cambiaban de tonalidades, se ondulaban, ¡bailaban! La amé en cuanto la vi. Mi imaginación jamás había podido alcanzar la plenitud de la perfección que de Ella emanaba. Era simplemente perfecta, sus movimientos fluidos, sus colores apasionadamente cautivadores... me enamoré de Ella, y supe que ya podía yacer en paz.
Estelas de gamas plateadas surcaban los cielos rozándola, queriendo besarla a su paso, más yo sabía que Ella sólo bailaba al son de mi corazón. La deseé tanto, quise volar a su encuentro, pero me tuve que contentar con estar junto a su reflejo. Con gran rapidez mi cuerpo se enfrío, mi corazón empezó a latir más lento... con mis últimas fuerzas alcancé a mirar una vez más hacía arriba, y supe que ya podía morir.
Aurora Boreal
Yo, Dromedario
Perdida iba, andando sin rumbo, sumida en mis obsesivos pensamientos. No recuerdo como me vi allí, en aquel desierto de arena llameante. Mi vista se había nublado por el paso del tiempo, mis pies estaban agrietados de tanto caminar, mis ropas parecían mugrientas, y mis labios me recordaban con agudas punzadas mi insaciable sed.
No recuerdo de donde sacaba las fuerzas para seguir caminando, sin embargo sabía que detenerme sería mi fin. Una y otra vez me parecía reconocer elementos de mi camino, pero lo cierto era que jamás había pasado por allí.
Mi mente comenzaba a desvariar, ya ni siquiera mis obsesivos pensamientos se dejaban oír, sólo la letanía de ultratumba conjugada con un 'voy a morir' se repetía. No paraba de ver espejismos donde sólo había arena. Justamente cuando perdí toda esperanza de seguir un minuto más con vida, justo cuando me resigné a creer que lo que el destino tenía reservado para mí era la muerte, te encontré a ti, mi preciado Oasis.
Tú me diste la vida cuando estaba al borde de la muerte, tu manantial era ambrosía a mis labios... jamás podría agotar mi sed de ti. Hubiese sido inmensamente feliz de nutrirme sólo de tus dátiles de miel a mi paladar, de guarecerme del sol bajo las sombras de tus palmeras. Gracias a ti se curo mi mal gastada piel, y mi alma. Mi mente empezó a pensar que había encontrado mi hogar, y mi corazón se aceleraba de alegría por tan inesperado encuentro.
Mas un Oasis no deja de ser un lugar de paso, ¿no? Ojala hubiese podido quedarme eternamente junto a ti, mas creo que tú sólo me veías cual parásito... alimentandome, viviendo a tu costa. Quizás es cierto que no me había ganado la entrada a mi particular Edén. Nuevamente anduve por el infierno de arena, y no sé como mis pasos me llevaban siempre una y otra vez a ti, para acabar siempre sintiendo que no estoy a la altura de ti, mi preciado Oasis.
Fuiste y serás siempre mi remanso de paz.